| Por Alberto D. Cimadamore* | 

La Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó en 2015 la Resolución 70/1 “Transformar nuestro mundo: la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible” que incluye 17 objetivos, 169 metas y una serie de indicadores para medir el impacto de la acción de los gobiernos participantes. El Estado argentino fue uno de los 193 que suscribieron la resolución y, en consecuencia, se comprometió a “trabajar sin descanso a fin de conseguir la plena implementación de la presente Agenda de aquí a 2030” (…) y “lograr el desarrollo sostenible en sus tres dimensiones –económica, social y ambiental– de forma equilibrada e integrada” (ONU, 2015, págs. 1 y 3).

Este compromiso, con una visión de futuro transformativa, expresa la aspiración a un mundo sin pobreza extrema y hambre, en donde existan pisos de protección social, salud pública accesible y educación de calidad en todos los niveles, en el marco del cumplimiento de los derechos humanos aceptados universalmente, así como el cuidado del ambiente y la biodiversidad que hacen posible la vida en nuestro planeta. Estas aspiraciones básicas de cualquier ser humano han sido calificadas de ambiciosas, reflejando entre otras cosas el poco nivel de expectativas transformadoras que tienen muchos gobernantes, analistas y expertos calificados como realistas.

Una pregunta central es dónde recaen principalmente las responsabilidades para impulsar el desarrollo sostenible. En un sistema internacional como el nuestro es bastante claro que en los Estados que lo integran. A pesar de la tan debatida globalización, estas son las principales estructuras constitutivas del sistema, en donde están las potencialidades del cambio. A esta altura del conocimiento, es evidente que los mercados no pueden hacerlo por sí mismos (Cimadamore, 2021). La resolución reconoce este hecho y establece que cada país es el principal responsable de su propio desarrollo económico y social (ONU, pág. 12), y que los “gobiernos son los principales responsables de realizar (…) el seguimiento y examen de los progresos en el cumplimiento de los Objetivos y las Metas (…) para fomentar la rendición de cuentas” a los ciudadanos (Ídem, pág. 13). En tal sentido, los Estados nacionales se comprometieron a articular esfuerzos “en torno a estrategias de desarrollo sostenible cohesionadas y con titularidad nacional, sustentadas por marcos nacionales de financiación integrados” (Ídem, pág. 32). Esta apretada síntesis de los compromisos asumidos por el Estado argentino marca los contrastes entre la letra de los acuerdos y las realidades sobre las cuales se debería rendir cuentas a los ciudadanos y a la comunidad internacional mediante informes periódicos (Informes Voluntarios Nacionales).

El logro de los ODS en tiempo y forma es quizás el principal desafío de los miembros de la comunidad internacional y, por tal razón, exige la movilización y utilización de los recursos disponibles a nivel nacional. Sin embargo, a seis años de la suscripción de la Agenda 2030, la Argentina continúa el proceso de adaptación y priorización de metas cuantitativas cuyos indicadores nos dirán en nueve años si las mismas han sido alcanzadas y los compromisos que representan los ODS, cumplidos (CNCPS, 2021).

El mayor desafío al desarrollo sostenible: la pobreza

La comunidad internacional ha coincidido en que “la erradicación de la pobreza en todas sus formas y dimensiones, incluida la pobreza extrema, es el mayor desafío a que se enfrenta el mundo y constituye un requisito indispensable para el desarrollo sostenible” (ONU, 2015, P1). En consonancia con esta definición, estableció como ODS número 1 la erradicación de la pobreza y 2 el fin del hambre. Estos dos objetivos marcan una prioridad y un deber político y moral a realizar en un mundo donde sobran los recursos para alcanzarlos.

Los 17 objetivos y 169 metas aprobados por la Asamblea General de Naciones Unidas son integrados e indivisibles, lo que hace que deban ser alcanzados en su totalidad, teniendo en cuenta las dimensiones económicas, sociales y ambientales del desarrollo sostenible. Así concebidos, representan un enorme desafío, cargado de obstáculos y dificultades, como se puede observar, en parte, en los artículos que componen este número especial de Voces en el Fénix (VeeF).

La indivisibilidad de los ODS exige a la comunidad científica repensar, por ejemplo, cómo eliminar la pobreza, el hambre, las enfermedades y calamidades que matan –sobre todo a los más vulnerables– al mismo tiempo que estos sectores se incorporan a una sociedad más justa e igualitaria. La vía del crecimiento económico tal como se lo conoce hasta nuestros días no es deseable por constituir la causa de la destrucción del ambiente que posibilita la vida en nuestro planeta. En consecuencia, es indispensable deconstruir la ideología del crecimiento económico que rige casi en todas partes (Daly et al, 2004) y, según se observa, sigue siendo el principal camino elegido –con el mote de inclusivo– para alcanzar los ODS.

La literatura sobre el decrecimiento económico según ha evolucionado durante las últimas décadas marca dialécticamente un camino distinto. Si bien el decrecimiento tiene múltiples interpretaciones que oscilan entre aquellas que se concentran en los límites físicos del crecimiento a otras que visualizan un período de estancamiento económico o ven posibilidades de alcanzar sociedades más igualitarias y ambientalmente sostenibles, otras interpretaciones avanzan en el objetivo de liberarse del apetito insaciable que el capitalismo muestra por la expansión y el consumo, o simplemente planteando estilos de vida alternativos (D’Alisa et al, 2015).

Otros caminos para alcanzar el desarrollo sostenible deben ser imaginados, estudiados e implementados para encontrar una salida a la encrucijada a la que hemos llegado y que los ODS intentan morigerar. Está claro que no es posible alcanzar la sostenibilidad haciendo más de lo mismo y usando los lentes teóricos e ideológicos que nos han conducido a la situación actual en donde enfrentamos al mismo tiempo crisis económica, social, ambiental, climática y sanitarias, interconectadas e imponentes como desafíos colectivos de reparar lo que la acción de la humanidad ha provocado y continúa haciéndolo.

La Red sobre Dimensiones Económicas del Desarrollo Sostenible (DSDS) que se creó en el CONICET como eje de una Red Orientada a la Resolución de Problemas, fue concebida para imaginar nuevos caminos, identificar obstáculos y pensar soluciones. Esta colaboración de científicos argentinos pretende reflexionar sobre las estrategias, resultados y políticas implementadas en la trayectoria del desarrollo argentino, así como sobre los grandes problemas que subsisten o se agravaron en los últimos años1.

Tanto para la Red DSDS como para la mayoría de los autores que contribuyen a este volumen, la Argentina se encuentra frente a una encrucijada en la que hay que tomar una decisión fundamental: continuar avanzando en una dirección que, con enormes desigualdades, lleva a la exclusión social y pobreza de gran parte de la población en el contexto de una creciente e insostenible degradación del medio ambiente o enfrentar los enormes desafíos que implica avanzar en otra dirección, cuyo destino sea el desarrollo sostenible.

La adaptación de los ODS en la Argentina y el camino por delante

La Agenda 2030 se aplica a todos los países que la aceptaron. No obstante, se tiene en cuenta las diferentes realidades, capacidades y niveles de desarrollo de cada uno, así como sus políticas y prioridades nacionales (ONU, pág. 3).

A manera de ejemplo, el ODS 1 que tiene finalidad “…poner fin a la pobreza en todas sus formas y en todo el mundo” y adopta como meta 1.1 “…de aquí a 2030, erradicar para todas las personas y en todo el mundo la pobreza extrema (…)”, al ser adaptado por el Estado argentino se evita mencionar la erradicación de la indigencia o pobreza extrema. En su lugar, el ODS argentino se concentra en la meta (1.2) y se compromete a reducir, hacia 2030, “al menos a la mitad la proporción de hombres, mujeres y niños de todas las edades que viven en la pobreza en todas sus dimensiones con arreglo a las definiciones nacionales” (CNCPS, 2020, pág. 99). La línea de base para evaluar se fijó originalmente en el año 2016, con un nivel de personas que vivían por debajo del umbral nacional de indigencia del 6,1% y de población que vive por debajo del umbral nacional de pobreza del 30,3% (CNCPS, 2020, pág. 100). En otras palabras, el Estado argentino estaría aparentemente dispuesto a tolerar niveles de indigencia algo superiores al 3% y de pobreza algo mayores al 15% de su población.

Estas son solo algunas de las definiciones contenidas en un documento oficial de 248 páginas denominado Segundo Informe Voluntario Nacional Argentina 2020, presentado en el Foro Político de Alto Nivel sobre el Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas. En junio de 2021, el mismo organismo que depende de la Presidencia de la Nación presenta un “nuevo listado oficial de metas e indicadores, que incluye los 17 ODS, 121 metas y más de 200 indicadores” (CNCPS, 2021, pág. 10) que confirma estas metas e indicadores, mientras revisa otros (Ídem, pág. 16 y ss.). Esta situación motiva la discusión y análisis crítico de varios de los artículos incluidos en este número de VeeF, en donde se plantean diversos interrogantes científicos, técnicos, políticos, socieconómicos y morales relacionados con los ODS de la Argentina.

El desarrollo sostenible es un proceso histórico de transformación del ambiente y la sociedad que involucra la producción, consumo y distribución de recursos, bienes y servicios (públicos y privados) destinados a satisfacer necesidades y demandas del presente que afectan tanto su bienestar como el de las generaciones futuras. Ante el malestar de gran parte de la población argentina y mundial, la Red DSDS y sus integrantes que participan de este número de VeeF pretenden incentivar el debate y la movilización social, que son vistas como condición necesaria para avanzar hacia las inmensas transformaciones requeridas para el logro de un futuro sostenible. La transformación de los patrones de producción, distribución y consumo que hemos tenido hasta aquí son autodestructivos. Cambiarlos es tan necesario como evitar hacer más de lo mismo. La pregunta que cabe hacerse en este momento es si la dirigencia política, económica y social está a la altura de las circunstancias.

Los Estados, los mercados y sus respectivos agentes han fallado hasta el momento en promover una relación sustentable entre naturaleza y sociedad. Algunos datos publicados recientemente permiten visualizar los alcances de esta afirmación: entre 1992 y 2014 el capital producido por persona se duplicó y el capital humano por persona se incrementó globalmente alrededor del 13%. En igual lapso, el stock de capital natural por persona declinó cerca del 40%. La acumulación del capital a expensas de la naturaleza es el resultado del crecimiento económico y el desarrollo que hemos tenido hasta el presente. Si continuamos por este camino, se requeriría más que el planeta Tierra (estimativamente, 1.6) para mantener los actuales niveles de vida (Dasgupta, 2021). Evidentemente, esto necesita cambiar de manera urgente.

Tal como se argumenta en este número, la transformación social hacia la sostenibilidad social, económica y ambiental requiere que la educación, la ciencia y la política –entre otras– se articulen y converjan en planes, objetivos y metas concretas para solucionar las fallas institucionales que permitieron llegar a la situación descrita en el párrafo anterior. La Agenda 2030 es el proyecto más ambicioso formulado en tal sentido por la comunidad internacional en toda su historia para alcanzar transformaciones económicas, sociales y ambientales tendientes a garantizar la continuidad de la vida y el ambiente que la soporta.

Los aportes en este volumen

Con el propósito de ir acomodando los elementos del desarrollo sostenible en la discusión que propone este número especial, Jorge Paz plantea la complejidad que enfrentamos al tratar al mismo tiempo de erradicar la pobreza, crecer económicamente de manera inclusiva y cuidar el ambiente en un país como la Argentina, como parte del set de objetivos integrados e indivisibles de la Agenda 2030. Luego de examinar las eventuales contradicciones existentes entre algunos objetivos y metas desde puntos de vista lógicos e históricos, concluye que no sería posible reducir la pobreza sin alterar los niveles de desigualdad imperantes (ODS 10), en sintonía con otras contribuciones sobre este tema central de este número de VeeF.

A su vez, Carla Arévalo se concentra en el consumo como un instrumento social para lograr estilos de vida sostenibles y armónicos con la naturaleza. Para alcanzar esa meta, considera que el acceso a la información relacionada con la producción, consumo e impacto ambiental de los bienes y servicios es indispensable para garantizar modalidades sostenibles en línea con el ODS 12. Lamentablemente, a seis años del lanzamiento de esta iniciativa global, no tenemos en la actualidad definidos los indicadores de 5 de las 7 metas priorizadas por la Argentina para alcanzar el ODS 12 (CNCPS, 2021, págs. 40 y 41).

El siguiente artículo argumenta que la ciencia y la educación para el desarrollo sostenible (EDS) son pilares esenciales para las transformaciones requeridas. El ODS 4.7 requiere que antes de 2030 “todos los alumnos adquieran los conocimientos teóricos y prácticos necesarios para promover el desarrollo sostenible”. Esta meta no ha sido priorizada por el Estado nacional en la Argentina al adaptar los ODS (CNCPS, 2021). En consecuencia, si esta situación no cambia, dependerá de las provincias y los municipios priorizar la EDS –al localizar los ODS– como instrumento de movilización social que promueva las transformaciones hacia la sostenibilidad. El artículo propone además una estrategia para lograr simultáneamente dicha movilización social basada en la EDS y la localización territorial de los ODS, indispensables para alcanzar hacia 2030 las metas de una agenda federal del desarrollo sostenible.

Los siguientes trabajos se focalizan en los ODS sobre pobreza y hambre. Martín Maldonado aporta evidencia empírica sobre la obsolescencia de la medición de la pobreza por ingresos que se realiza en la Argentina, focalizando su crítica en la Canasta Básica Alimentaria (CBA) que se utiliza para medir la indigencia. Una de las conclusiones a la que arriba es que la CBA utilizada para medir la indigencia es insuficiente en sus cantidades, desbalanceada en su composición, obsoleta como referencia de un ingreso digno y, además, muy limitada en su poder explicativo de la condición de pobreza. Su propuesta, en línea con otras contribuciones de este volumen de VeeF, es que hay que avanzar hacia definiciones multidimensionales de la pobreza que permitan medir nuevas dimensiones de la exclusión social y de la vulnerabilidad en el acceso a derechos fundamentales.

Por su parte, Longhi y Cordero consideran que la propuesta del fin del hambre como meta del desarrollo sostenible es estimulante, aunque los diagnósticos realizados sobre su evolución a partir de indicadores que evalúan en clave territorial parecieran resaltar las dificultades que se encuentran y se potencian por la crisis del Covid-19. Entre otras observaciones sustanciales, los autores encuentran que el precio de una canasta básica alimentaria saludable tiene el doble del valor de la CBA con la que el INDEC estima el valor de la indigencia nacional. Además, la diferencia entre los precios de los alimentos nutritivos y los menos saludables ha tendido a aumentar, ampliando las desigualdades y tornando inasequible una alimentación saludable a las familias de bajos ingresos, todo esto en un contexto de creciente inflación. Frente este y otros desafíos relacionados con el alcance del ODS 2 (fin del hambre), los autores asumen el desafío es pensar la gestión del problema de la alimentación en clave territorial, encontrando que es fundamental el diseño e implementación de políticas integrales que vinculen a las oficinas del Estado con las instituciones y organizaciones con presencia histórica en el territorio.

El objetivo del siguiente artículo producido por un equipo de especialistas del Área de Desarrollo Humano y Salud de FLACSO Argentina es reflexionar sobre la niñez desde el enfoque de la equidad, a los fines de identificar aquellos nudos críticos de los ODS que comportan una amenaza para el presente y futuro de esta población. A partir del informe de la Comisión Lancet-OMS-UNICEF “¿Un futuro para los niños del mundo?”, que FLACSO coordinó desde la Argentina, se reconoce que en los últimos cincuenta años se registraron extraordinarios avances en torno a la supervivencia, educación y nutrición de los niños de todo el planeta. No obstante, el cambio climático, la degradación ecológica, las poblaciones migrantes, los conflictos, la desigualdad generalizada y las prácticas comerciales depredadoras continúan amenazando la salud y el futuro de los niños. A manera de conclusión, consideran que los actuales niveles de pobreza e inequidad en la niñez que existen en la Argentina atentan seriamente contra la viabilidad del desarrollo y muestran la imposibilidad de alcanzar los ODS. Por esta razón, afirman que renunciar a erradicar la pobreza extrema (al no priorizar el ODS 1.1 global) es un grave error.

Los siguientes artículos incorporan una mirada que, si bien alcanzan varios ODS, le dedica especial atención a la cuestión del trabajo decente y la desigualdad. Mariana González sostiene que difícilmente exista desacuerdo –al menos explícito o público– sobre los ODS. Sin embargo, cuando aparece en escena la necesidad de establecer instrumentos de política para avanzar en su logro, los acuerdos ya no son tan generalizados. Su artículo propone una reflexión sobre las condiciones socioeconómicas y las políticas necesarias para avanzar en el logro de las metas propuestas en la Argentina, particularmente en relación al ODS 8. El análisis de las tendencias de largo plazo le permite concluir que el crecimiento económico y el incremento en la productividad son condiciones ineludibles para la mejora en los ingresos. Pero también lo es una significativa generación de empleo, y sobre todo de empleo de calidad, con derechos.

Agustín Salvia y Eduardo Donza afirman a su vez que la superación de la pobreza, la generación de trabajo digno y la disminución de la desigualdad continúan siendo deudas pendientes en la Argentina de las últimas décadas y constituyen una parte importante y ordenadora de los ODS. Sin embargo, los logros necesarios para su cumplimiento no parecen ser parte de un futuro próximo. La crisis económica-sanitaria generada por el Covid-19 agravó una situación que ya era particularmente compleja y delicada, como resultado de una década de estancamiento y una etapa previa de recesión e inflación. En este contexto, consideran que los datos de pobreza por ingresos son apenas la temperatura que registra el termómetro. Estos autores argumentan que este indicador exhibe el deterioro constante de las capacidades de desarrollo humano y de integración social de millones de personas. La inseguridad alimentaria, el hacinamiento, el desempleo, la precariedad, la inactividad forzada, la inseguridad, entre otros múltiples problemas observables, son algunas de las manifestaciones de una pobreza estructural creciente que constituye el mayor desafío al desarrollo sostenible en la Argentina.

Barrera Insua y López plantean una interpretación alternativa del fenómeno de la desigualdad de ingresos. Dicha propuesta involucra el estudio de la generación de riqueza en la Argentina, en particular la vinculada con el devenir de las ganancias empresariales, y sostiene la necesidad de establecer un límite superior a los beneficios extraordinarios. Teniendo en consideración un diagnóstico de acuerdo con el cual la pobreza de las mayorías tiene su contracara en la riqueza, un ataque a las ganancias extraordinarias se estima favorecerá la reducción de la brecha de desigualdad. Sin atacar esto que denominan “el corazón de la desigualdad” aseveran que las metas de los ODS no alcanzarán su cometido, pues la estructura económica y de poder continuará marcando el ritmo de la producción y apropiación de los ingresos.

Elaborando sobre la necesidad de avanzar hacia una transición justa, Marcelo Corti y Julián Corres plantean la conveniencia de alcanzar un acuerdo estratégico hacia un desarrollo sostenible en la Argentina, donde el Estado sea garante de la protección y administración de los recursos naturales y así también de la seguridad social y jurídica de los diversos actores involucrados en el proceso. Un plan de políticas públicas integrales (económicas, sociales y ambientales) es el marco que conciben estos autores para garantizar la cooperación que requiere el largo camino del desarrollo sostenible.

Finalmente, Brown, Reid y Malizia proponen “bajar a tierra” los compromisos ambientales de los ODS a través de la experiencia de los Paisajes Productivos Protegidos (PPP). Esta contribución muestra cómo el programa PPP está destinado a encontrar formas superadoras de gestión de los conflictos socioambientales y es una herramienta adecuada para llevar al terreno acciones concretas para el cumplimiento de varios de los ODS propuestos por las Naciones Unidas. Además, posiciona al sector productivo como parte de la solución, siendo un actor clave en la gestión de los territorios, particularmente aquellos de alta valoración tanto ambiental como productiva. A juicio de los autores, este programa muestra cómo mejorar, innovar e incrementar las actividades productivas, motor económico de países como la Argentina, y a su vez incrementar los compromisos de protección de los bienes y servicios de los sistemas naturales requeridos por nuestras sociedades, el gran desafío de la actualidad, potenciado por la pandemia de coronavirus.

Referencias bibliográficas

Cimadamore, A (2021) “The Dynamics of Poverty Production: A Political Economy Perspective for the SDGs Era”, en H. Veltmeyer and P. Bowles (eds.) The essential guide to critical development studies. Second Edition. London: Routledge.
CNCPS (2020) Segundo Informe Voluntario Nacional Argentina 2020. Foro Político de Alto Nivel sobre el Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas. Buenos Aires: Consejo Nacional de Coordinación de Políticas Sociales.
D’Alisa, G., F. Demaría and G. Kallis (2015) Degrowth. A vocabulary for a new era. Nueva York: Routledge.
Daly, H.E. y J. Farley (2004) Ecological Economics. Principles and Applications. Washington: Island Press.
Dasgupta, P. (2021) The Economics of Biodiversity: The Dasgupta Review. https://www.gov.uk/government/publications/final-report-the-economics-of-biodiversity-the-dasgupta-review
Naciones Unidas (2015). “Transformar nuestro mundo: la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible”. Resolución de la Asamblea General A/Res/70/1. Nueva York: ONU.

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1 https://www.economicas.unsa.edu.ar/ielde/index.php/red-dsds





* UBA-CONICET (IIEP-FCE).

https://vocesenelfenix.economicas.uba.ar/introduccion-al-desarrollo-y-sostenibilidad-en-la-argentina-del-siglo-xxi/